sábado, 6 de agosto de 2011

Una sensación tan parecida a ponerse las gafas de un miope en plena noche y dar vueltas...

Hay días en los que pienso que no entiendo nada, como si me hubiesen secuestrado y encerrado en una habitación a oscuras, o como si mi mundo hubiese cambiado mientras dormía. Una sensación tan parecida a ponerse las gafas de un miope en plena noche y dar vueltas, hasta marearte y caerte, tumbarte en el suelo y ver las estrellas girar y girar. Todo es ilógico e impredecible; las personas, los sentimientos, y los hechos cambian a la velocidad de la luz. Y en el fondo... ¿quién no se lo sabe, quién no se lo esperaba? No todo es eterno, la llama no siempre perdura, las palabras se las lleva el viento, las lágrimas se pierden en la lluvia, y  las personas se olvidan. Los semáforos se ponen colorados cuando les miras. Hacer el amor despeina. Comer engorda. Lo bueno sale caro, y lo barato malo. Sonreír a veces significa llorar y  besar a veces significa morir. El tabaco mata. Los zapatos se desgastan .El tiempo funciona con electricidad. Los besos se agotan, y las miradas no significan nada. Sonreír produce arrugas. Los sueños no llegan justo a tiempo. Las drogas son un modo de vida. Las prisas retrasan. Libertad viene acompañada de leyes. Ver ya no significa creer. Las luces se funden y las relaciones se destiñen. Y así podría continuar...
 Pero hay otro tipo de días, que no puedes, ya no, no puedes seguir fingiendo, arriesgándote y confiando, definitivamente no, y tienes ganas de gritar y decirlo todo, sus nombres, tus pensamientos, lo que sientes, y decirle adiós a todo, querer seguir durmiendo, pensando que todo no es más que un sueño, despertarte y que nada sea cierto, que todos hayan reaccionado entrando en razón. Toda esa puta confusión es un síntoma de que no entiendes nada, o tristemente... que lo entiendes todo.

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