No hace falta que mires de dónde vienes, sino a dónde vas.
viernes, 10 de febrero de 2012
sábado, 4 de febrero de 2012
Un brindis como ochenta
Será
lo más vergonzoso, será lo más personal. Según se mire, según se entienda. Tal
y como lo entiendo yo, me resulta muy incomodo confesar, todo lo que he vivido,
que en realidad, se dice en nada.
Pocas
veces uno hace escrutinio de las imágenes del pasado, miento, si lo hacemos,
pero siempre rodeado con imaginaciones. Porque los recuerdos tienen esa fuerza
de romperte un poquito más cada vez que los llamas, los malos por supuesto, los buenos...los buenos los recordamos tal y
como son, como nos gusta recordarlos, dulces, salados, con una pizca de
pimienta. Como en las películas, donde lo doloroso se convierta en ácido, y lo
dulce en empalagoso, una tormenta de sabores, metido directamente en tu
cabecita. Somos así, adulteramos el pasado para manteneros firmes en nuestro
presente.
Y de repente, me asusté. Nada es eterno, cada
suspiro es una nota de música de una melodía que no sabes cuánto va a durar,
simplemente vives esperando a que se repita el estribillo, y que nunca llegue
ese final. Siempre intentando descifrar la letra escondida detrás de esas
palabras. Cierras los ojos, fuertemente, intentando, sin resultados, que el
tiempo se pare, esperando una señal, para continuar tu camino hacia el
infinito, hacia el beso eterno de la dulce locura. Hay sensaciones fascinantes
en la vida de una persona, como cuando aprendes a leer con cuatro años y de
repente no puedes parar de leerlo todo, o cuando aprendes a montar en bici, y
esa vuelta a la esquina, te imaginas volando sin alas, sin aterrizar... Las
imágenes se agolpaban en mi mente, una detrás de otra. Recuerdos concretos que
pasaban a través de mi retina. En 5000
segundos pude husmear en millones de finos recuerdos, perdidos en los recovecos
de mi mente.
Una
felicidad me recorrió de pies a cabeza, una felicidad no gratuita, pero al fin
y al cabo... felicidad en estado puro, pues no es mucha gente la que puede
decir “He llorado de felicidad”, “He
muerto de risa”” He amado”... Una felicidad como un brindis, por la vida, por
la risa, por las cosas vividas. Un brindis por los errores cometidos, que
dijiste que no volverías a cometer. Un brindis por ese beso mal dado. Un
brindis por ese suspenso en matemáticas. Un brindis por esa pelea estúpida. Un
brindis por esa borrachera con ojos chispones. Un brindis por las cosas que has conseguido, por
no rendirte (aguantando a otras personas, decir que eres una caprichosa).Un
brindis por los amigos, el amor y las risas. Un brindis por ti. Un brindis,
porque nos da igual decir uno que ochenta, mientras el uno siga valiendo la
pena, por no enredarnos con los peros y los porqué que malgastan el tiempo, por
excusas idiotas o razones imposibles. Un brindis por ser enano en un mundo de
gigantes.
Supongo,
que siendo conscientes de lo que fuimos y hemos hecho, ayuda bastante, que no
suficiente, a enfrentarnos a lo que somos, hoy, ahora, en este preciso
instante, y ayudarnos a inventarnos nuestro firmamento, a construir nuestro
futuro, lo que queremos ser el resto de nuestras vidas.
∞
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