sábado, 21 de junio de 2014

Con las manos vacías, con el alma perdida y los pies ensuciados.

Beso con necesidad, con hambre, con devoción.
Con miedo y con pérdida.
De la razón, del corazón y del sentido.
Devorarte.
Con finura, arte y por qué no, literatura.
¿Donde pretendes que vaya? Si a tu huida te lo has llevado todo, ladrón de guante blanco.
Te has llevado nuestra historia, aunque últimamente rondaba por los callejones de madrugada mendigando un poco de calor e inocencia y lamiendo amores heridos que surgían de entre las farolas. Tu eres mi autor. Me creaste y firmaste en lo más hondo de mis entrañas donde apostaste por mi que sería tu mayor Best-seller. Y así fue.
Aunque los únicos ojos que querían que me leyesen eran los tuyos, sobre todo si era al dormir, donde nada me asusta, donde nada me importa.
Beso con rabia, con fragilidad, con sed.
De tus susurros, de mis crujidos.
Amarte.
Con las manos vacías, con el alma perdida y los pies ensuciados.
Ensuciados de nuestros pecados, y qué vil mentirosa sería su no te dijera que allí contigo, en el infierno, me sentía en el Edén.
Maldita hereje de tu boca, de tu voz grave y de tus manos toscas que me hacían poesía.
Musa. Amante y náufraga.
Perdida sin ti. Flotando entre los arrecifes, enredándome entre mareas que no me llevan a mi destino. A tu sendero.
Beso con locura, con exigencia, con alevosía.
Como mi oxígeno, como mi tuerca, como mi canción favorita.
Así eres tú para mí. O eras, qué se yo.
Como una bocanada de aire tras sentir como los precipicios oceánicos se atragantan entre mis aullidos. Como un muerdo de cielo tras conocer el fuego más perverso escondido detrás de "Viaje al centro de la Tierra" de Julio Verne.
Como tu boca sobre la mía o como la tinta sobre mis venas que imaginan como aparecen lunares sobre tu cuerpo por cada vez que pronuncio tu nombre en mi vacío.
A ti, quien me hizo olvidar los trenes para acurrucarme solo en tu vagón.
A ti, por quien por locura, el psiquiátrico me parecía un hogar.
A ti, quien infinitas veces maldije por hacerme de nuevo, enamorarme.
Te escribo para decirte, que me encantaron tus risueños ronroneos que se camuflaban por debajo de mis caricias mientras te cantaba nanas cubanas que hablaban sobre diablos y hombres blancos. Te escribo para decirte que echaré de menos mis quejidos cuando notaba un tacto intruso por debajo de mi falda; aunque intruso sea sinónimo de "Bienvenido al paraíso" al son de los ruegos a Dios. Quiero decirte que hasta los lunares que tengo en fila en el cuello dibujan tu inicial cuando te marchas y me dejas aquí tirada, en el cielo de tu sombra oscura; donde me gusta cobijarme y pensar, que en algún tiempo tu cobijo era mi nombre.