domingo, 28 de julio de 2013

Cuatro paredes, una bala, un beso y un adiós.


Enamorarse es enfrentarse a una guerra y ella sin fuerzas, estaba fuera de combate. 
La dolía el cuerpo, magullada en cada caricia no dada en la espalda y en cada casi beso en el cuello. Le escocían los labios de los olvidados mordiscos que le dieron entre la espada y la pared, ardiéndole la cara interior del muslo cada vez que activaban la bomba de relojería y a punto de saltar por los aires ella rogaba a Dios. Y al notar el aliento en su delantera, con miedo a volver a perderse entre suspiros y promesas, pedía refuerzos a su conciencia que, a medida que sentía con cada vez más cercanía la piel del enemigo se desvanecía dejándola desamparada y con el corazón palpitando esperanzas.
Y se despertaba en campo enemigo enamorada y confundida, refugiada entre sábanas y abrazos que terminaban en revolcones y pérdidas de su coraza , y huía con el pelo alborotado, miedo a perderlo o perderse, unas bragas de menos, y alguna mariposa de más.
Día tras día, tras las trincheras con perfume de Dior y lencería nueva dispuesta a salir al encuentro del contrincante. Y cada día perdía más la cabeza... o el corazón, ¿quién no arriesga no gana dicen, no?

Mujer kamikaze que adoraba estar secuestrada entre cuatro paredes, siempre que fueran las de él, jugando a ser humanos y dejarse matar poquito a poco por la búsqueda de calor de sus dedos alrededor de sus caderas y su ansia de sed que se escondía en los labios de ella. Porque aunque ella sabia que su corazón moriría a manos de su enemigo, si era su bala quién la mataba dolería menos.
No podía abandonar, ya no.
A la larga las mariposas crecen y duelen, demasiado, y al morir se llevan consigo la esencia de cada beso a escondidas en el callejón, cada abrazo por la espalda, cada roce de manos y los orgasmos que él robaba cada vez que se inmuscuía entre los placeres y virtudes de ella.
Pero como en toda guerra siempre hay perdedor,  se despidió de su talón de Aquiles con un beso en los labios y una bala en el corazón que sangraba sus últimas palabras "Te querré hasta nuevo aviso".