viernes, 4 de septiembre de 2015

La armonía de los polos opuestos

Hacía mucho tiempo que no escribía, que no te escribía.
Supongo que es el sino de los poetas, el escribir sólo y cuando tienen algo que decir.
Y qué silencio más vacío.
Y qué impertinencia por mi parte el compararme con un artista, cuando yo siempre he sido musa de nadie.
Es incomprensible en la manera en la que necesito expresarte lo que siento porque me desbordo, cuando en realidad, te escribo porque tengo una nada en mí.
Y lo peor de todo es que me asusta, me asusta amarte y rechazarte al mismo tiempo, me asusta no saber quien eres y sin embargo verme reflejada en ti.

El sino de los escritores es escribir cuando están tristes, y cuando anhelan aquello que no tienen...¿ y si yo no soy escritora, si poetisa ni musa, cuál es mi sino? ¿qué debo hacer? ¿que debo anhelar?

Supongo que el mío es refugiarme allí donde todo comienza, donde no me traiciona el pensamiento, en la continuidad de mi lengua, que por raro que parezca, no eres tú, si no el papel.

Cuando uno no respeta los mandamientos, ni lee el Corán, ni siquiera la constitución, debe marcarse unos patrones, eso que la gente llama principios y que se los pasan por el forro del periódico de cada mañana. Los míos no son bonitos, y mucho menos éticos, pero son míos propios, son mi obra de arte porque me definen. En ellos no hay un "no desearás el bien ajeno" ni "huirás de la lujuria", pero si hay algo que todo ser humano debe hacer, amar.
Ni más, ni menos.

Parece fácil, pero no lo es en absoluto.
Porque la suspensión del hilo que tensaba tus pulmones ahora ya no solo depende de ti, pende del riego sanguíneo de otro ser humano, quien, por consecuencias que jamás conseguiremos entender, puede romperse con un sólo golpe de viento. Y entonces estás ahí, en medio de algo que ni tu sabías que existía, que ni loco pensarías estar alguna vez, y a pesar de todo, ahora,  estás.

Justo en ese punto estoy yo. Para que lo entiendas.

En el medio de la cuerda que lo cruza todo. Donde nadie más puede rescatarme y por la que crucé sin sentido y sin razón, sólo siguiendo mi principio, que ahora eres tú. Sin saber donde estoy, ni donde caeré, ni siquiera si lo estoy haciendo bien o peor.

Y en el medio de la cuerda, anhelo tu aliento que huele a Bukowski y retumba a cinismo, y recuerdo la suavidad de tus labios cuando no dicen nada y yo entiendo todo. Y tus brazos... oh tus brazos... los dos fuertes robles que calientan mi invierno y dejan esos anillos por cada segundo que pasa en mi alma. Porque cuando me pierdo, tu me das el norte en susurros y el amor en pedazos.
Porque es ahora, aquí, justo donde puedo morir y caer, donde puede destensarse la cuerda y huir, ahogarme..
porque yo no soy nadie, no soy nada, más que una trapecista que busca en el polo opuesto de mi corazón, el fin, la caída libre, el primer mandamiento, la pura armonía - a ti.