viernes, 29 de noviembre de 2013

El precipicio de Olivia. Los dedos del saxofonista. Segunda parte.

Y así caían los inviernos del calendario de la nevera.
Ella aprendió anatomía. La suya. Conocía las paredes del corazón de Javier como la palma de su mano, a veces incluso, jugaban a ser humanos entre esas cuatro paredes. Comprendió la enfermedad que atravesaba a su amado tanto que se convirtió en su música. Le amó tan fuerte que se olvidó de que el frío seguía por sus venas cada vez más cerca del motor. Cada noche moría un poco más, y entre sus manos asomaban ruiseñores por sus labios. Cada costilla, cada nota contenía más amor que la anterior, hasta que finalmente terminaban exhaustos entre revoloteos y gemidos entrecortados, con las cuatro paredes empañadas de sentimiento, colosal y dañino, el que solo aparece, tal vez, cuando Madrid duerme... e intoxicándoles, conseguían llegar al clímax, al suyo propio en el que se escuchaban los te amo.
Sus noches eran caídas  y olor a trigo.
Sus días eran temblorosos y desafinados.
Sus días eran muy suyos, tanto que sólo aquellos que han conseguido amar por encima del amor propio, el amor al otro por encima del daño y la oscuridad, pueden comprender.
Su historia no es una historia llena de métaforas, sinapsis y sinestesías. Su historia no esta llena de mariposas volando por la habitación ni color rosa. La suya es una historia triste, tal vez inventada por su autora, que se siente invierno,sin duda no será la mejor historia escrita por ella pero en todo caso la historia de amor entre Olivia y Javier es la historia de amor que más amor esconde, la de dos amantes que se cuidan y son su medicina y que a pesar de las penurias, consiguen ser felices.
Ella logró que las manos del saxofonista dejasen de temblar y llegasen a tocar el cielo por debajo de su piel. Él consiguió que cada vez que cada vez que creaba arte, ella pudiese sentirse a salvo junto a él. La pequeña y débil niña de hielo.
No sabía por qué, pero cuando se desnudaba era el mejor momento del día. Podían respirar por sus poros las penas que la azotaban durante el día y dejarse ver sin maquillaje, solo escombros. Ella es así, escombros, pura ruina. Pura, colosal y quebrada. Era belleza. Más allá del sentido sexual que todos ven, conseguía por un momento ser capaz de dejar de mentirse a sí misma y escapar. 
Y tan sólo cuando alguien pudiese ver que ese cuerpo no es cuerpo sino alma, sólo cuando alguien pudiera rozarla sin quemarse y afinarla, Ella podría estar desnuda con él. "Me tomaré la curvatura de tu espalda como un sí" dijo él mientras la desabrochaba la cremallera e introducía sus yemas por encima de su corazón. Y así fue como la mayor creación de arte perduró en la historia. Consiguió afinarla, ardiendo yacía entre sus brazos, entre sollozos y susurros que la pedían que se quedase, y así fue como él consiguió por fin, perderse en su vacío, en el precipicio de Olivia.
Y fueron por fin, ruinas juntos
FIN


A veces las historias de dolor, son las que más amor muestran, las que no tienen fecha de caducidad y siempre dejan una puerta abierta.
Se quisieron más allá del dolor, tanto, que no pudieron soportar vivir sin poder estar juntos hasta la muerte.
E.