sábado, 19 de enero de 2013

Sobredosis. Microrelato.



Ella llegaba siempre con los tacones en la mano, y el pelo despeinado del viento de Enero, le daba un toque salvaje, rebelde. Con las mejillas sonrosadas, los labios carnosos rojos y sus ojos negros dilatados. Se sentaba en la cama y se desnudaba suavemente, con cuidado, deslizaba las manos por las medias hasta el final, como en una película erótico-romántica.
Notaba el fuego en su garganta, una impaciencia le rondaba la cabeza y su pulso se aceleraba por momentos. Su cuerpo lo necesitaba, lo pedía a gritos. Y entonces, como noche tras noche, abría la cajita roja de su estante, y lo amontonaba encima de la mesa, con cuidado, para que no se escapara ningún sentimiento. Y como noche tras noche, se inclinaba, y esnifaba amor.
La gente dice que el amor sube por el estómago, que revolotean mariposas, pero a la pequeña de la dulce sonrisa le vibraba todo el cuerpo, notaba mil besos en su cuerpo, roces de manos que no eran las suyas, susurros de voces graves que la decían proposiciones indecentes como que ‘ la amaban’. Su lacio pelo se revolvía, su boca exprimía sonrisas, y sus ojos revelaban que estaba metida hasta el culo de estupefacientes. Se sentía necesitada, querida, protegida.
Pero como noche tras noche, ese tiempo era efímero. Y con el paso de las lunas ella necesitaba más y más. Y como noche tras noche, ella abría su pequeña cajita mágica, y con una sonrisa en la cara entraba el amor por su boca. Estaba enganchada al romanticismo; “Un último gramo de flores y lo dejo” decía. Pero no podía, porque cada vez era mejor que la anterior. Un día inhalaba San Valentín, otro colocaba un candado en algún rincón de Roma, otras se sentaba en medio de Madrid a ver las luces con una jeringuilla llena de Te quieros puros. Otras bailaba tangos bajo las sábanas hasta acabar acurrucada junto a promesas y una cama fría o simplemente confundía la lluvia sobre sus labios con el roce de otra boca.
Y ella sin saberlo, exprimía amor por sus ojos. No se daba cuenta, creía ser una mujer fría, fuerte, pero la dulzura le asomaba cuando Madrid dormía. Lloraba, lloraba porque quería amor desde la punta de la lengua de otro, no quería consumir dosis de felicidad ella sola. Quería un compañero de vida. Quería un tacto real, quería amar por ella misma porque aunque los demás no lo vieran, ella tenía mucho que ofrecer, solo necesitaba una oportunidad para hacerlo. La daba igual morir en el intento, que la rompieran el corazón, valía la pena arriesgarse por ese sentimiento orgásmico que se siente al besar los labios del que quieres.
Pero pasaban los días y las noches, y cada vez moría un poco más, cada día metida un poco más de amor. Una vez que lo prueba no puede parar, hasta que, duele. Cada luna, su corazón se resquebrajaba, no podía aguantar todo el amor que guardaba y que nadie quería compartir.
Una noche, su palpitante corazón dejo de latir, desangrándose entre sentimientos. Murió allí sola, de sobredosis de amor.

2 comentarios:

  1. Es el primero que leo, elegido "al azar" (más bien elegido por el título), pero es increíble. Me ha encantado. Si leyeses tus textos antes de publicarlos te darías cuenta de que algunas comas sobran, y algunos "las" debieran ser sustituidos por "les". Jejejeje.
    Aún así, increíble. :___D

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    1. Muchísimas gracias de veras, me alegra que mis textos gusten! Y gracias por la crítica, la verdad es que no me había dado cuenta jajajaja, es lo que tenemos los madrileños somos muuuuy laistas!.
      Un beso y espero que te vuelvas a pasar de nuevo.

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