sábado, 9 de marzo de 2013

Besándome en la sien.




Querido diario,
hoy me siento más pequeña que nunca, más insignificante, más dolida.
Sé que estoy viva, porque el corazón se me retuerce de dolor, pidiéndome a gritos un descanso. Me recorres, por cada vena  que circula por mi cuerpo, y es por eso que se me eriza la piel sin ningún motivo;  latente el miedo que me descubre al mundo, y es que, cuánto más sola estás, más fácil es descubrirte, entre tanta gente nadie se fija en ti, y es así cuando mis ojos se convierten en Venecia  y el dolor se escapa por los desagües recordándome que yo seguiré aquí, intentando olvidarte.
Querido diario, me muero. No puedo más, no puedo más.
Estoy hecha trizas, soy una puzzle sin piezas y necesito mucho pegamento para unirme, o tiempo, tal vez demasiado.
Mis dedos callejean por mi torso, recordando la única vez que te perdiste en mis entrañas (...) mi pequeño aventurero hiciste algún que otro estropicio, todavía me topo con heridas de guerra en mis caderas y tu sabor en mis colmillos, y un corazón que palpita delatándome ante cualquier registro cardíaco al son de un qué-dá-té, qué-dá-té... 

 Mi defecto es no saber cumplir contratos con fecha de caducidad, no entender compromisos que se esfuman al alba, sin reglas, sin preocupaciones, sin sentimientos. Él problema está en que no te has dado cuenta de que yo valgo todas esas sonrisas que te he sacado, el problema es que no te has dado cuenta de que si utilizo carmín es para que me lo arranquen tus labios; en que mis segundos aspiran a ser los primeros en aspirarte por cada poro, en quererte sin pelos en la lengua y tu lengua entre mis alientos, y  mi espalda en tu pecho y tu pecho dándome los buenos días.
Necesito que me necesites y lo sepas, que me sepas sin necesitarlo y necesites saborearme ; porque al fin y al cabo me tienes sin saberlo, y sin necesitarme.

Nunca imaginé que el amor pudiese matar así, y aquí estás, besándome en la sien...

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